Realmente, nunca suelo pensar como idea previa lo que suelo escribir. Ni siquiera tengo un titulo para con el que arrancar, solo dejo que mis manos empiecen y que mi imaginación vuele. Por eso algunas veces incluso me salen rimas, no me gusta ponerle limite a lo que escribo. Que venga lo que tenga que venir, que acontezca lo que acontezca, que se de, que triunfe, y que sea una mezcla heterogénea.
Con todo esto, paso a introducir un relato basado en un sueño que no tuve hace mucho, y que comenté por Facebook que me gustaría compartir con vosotros. Espero que os guste.
'' Carta Fatal- Primera Parte''.
[Nos situamos en un universo alterno, donde en nuestro planeta, la magia es de lo más cotidiano que te puedes encontrar. Sin embargo, tienes que saber bien con que energía utilizarla, ya que sino, Los Oscuros mandarán a cientos de Secuaces para arrebatarte tu carta de poder, encontrada dentro de tu pecho]
Una gata empieza a maullar muy fuerte, Andrea, se encuentra dando vueltas en el colchón. Todo está a oscuras, incluso al levantar la persiana medio rota de su habitación. Todas las mañanas, Andrea sueña con abrirla, y encontrar un cielo azul, como aquel con el que se bañaba de vida hace años atrás, pero realmente hace demasiado que Aletheia se ocultó por un largo tiempo. Todo esto le resultaba tedioso, se levantaba y prendía con un movimiento de manos todas las velas de su hogar... Si eso se podría llamar hogar. Vivía sola, con la única compañía de su gata Valak, y su Erizo Apolion.
Se coloca delante del espejo, su flequillo negro tapa la mitad de su cara, no ha pasado una buena noche, pero como los días y las noches ya poco se diferencian, no sabía si era la una de la mañana o de la tarde. La única forma de distinguirlo, era poseyendo un reloj de Arena, ya que la tecnología, había sido totalmente destruida y obsoleta años atrás. La Tierra está cada vez más cerca de ser el propio infierno.
Mira al suelo, y observa como Apolion se encuentra metido en sus zapatos de estar por casa. Lo quita con cuidado, observando que no hay ninguna púa que le pueda dañar el pie. Al colocarse dicho par, se dirige hacia el baño, donde tiene un fuente inmensa totalmente seca. Se coloca justo en frente, y con un breve susurro, hace que de repente esté repleta de agua totalmente cristalina.
Se recoge el pelo con una cola alta, que le hace parecer mucho más juvenil, dejando ver sus ojos esmeralda que tanto suelen llamar la atención. Se cambia de ropa en un santiamén, moviendo todo por los aires a su paso. Se veía agobiada, ya que no podía encontrar la chaqueta de su padre, aquella que le había regalado antes de morir.
Andrea no pudo disfrutar de su madre, que murió nada más darle a luz, pero si pudo disfrutar durante 18 años de su padre, el que le había enseñado parte de las habilidades que poseía. Ahora, con 24 años, no tenía a más familiares cerca, todos habían desparecido de una forma o de otra. Por desgracia, un día sin más una carta llegó a la casa de la chica, donde, entre otras cosas, se decía que su padre, había sufrido un espantoso accidente en manos de Los Gobernantes de La Oscuridad. Todo se volvió aun más duro y oscuro para Andrea desde ese momento.
Andrea, con una mirada, volvió a poner cada cosa en su lugar. Realmente quemaba, quemaba mucho utilizar esa chaqueta. Sentía que con ella estaba a salvo, pero a su vez, que era un autentico infierno llevarla puesta. Antes de salir de casa, echó una mirada a los animales de compañía, que con una reverencia la despidieron. La puerta se cerró con un gran portazo, y usando un gesto manual en el aire, impuso un sello de protección para que ningún secuaz de los Oscuros pudiese entrar. De un gran salto, empezó a correr por encima de tejados, controlando la física a su antojo. Eran las 21:30 según el reloj de arena, llegaba tarde a la cita con Gina. Debía darse prisa.
Habían quedado para tomar algo en el local de mala muerte de final de la ciudad, donde realmente, podían disfrutar de un poco de tranquilidad por estar protegido por uno de los soldados de la trinidad de la luz. Cada soldado, se preparaba desde muy pequeños para enfrentarse a cualquier tipo de magia, y llevaban el símbolo de la trinidad marcada en la frente. Eran personas extremadamente ancianas de edad, pero su apariencia, gracias a los poderes de camuflaje que poseían, les hacia parecer mucho más jóvenes. Este soldado en especial, era amigo del padre de Andrea, por lo que su relación era bastante más intima que con el resto.
Al llegar a la puerta del local, Gina se estaba haciendo un cigarro a mano. Era rubia, con mechones rojos y el pelo corto. Deslumbraba con sus ojos marrones, y sobre todo, era cálido estar cerca suya. Gina, poseía las habilidades de las salamandras, y era hija de una familia realmente relevante en el mundo de la Alquimia. Sin embargo, su padre partió hacia el Este por una serie de investigaciones, y desapareció hace 9 meses atrás. Gina, estaba segura, pese a todo pronostico, que seguía con vida, y estaba dispuesta a ir a buscarlo nada más que lo tuviera todo listo para partir. A la llegada de Andrea, Gina encendía con un chasquido el cigarro. Realmente, se conocían demasiado bien.
- Hola Gin, ¿otra vez fumando?
- Hey Andrea, si, tardabas mucho y he decidido hacerme un acompañante.
- Realmente no tienes remedio. Debes cuidar tu salud, recuerda que cada vez es más difícil con esta atmosfera de oscuridad que nos rodea.
- Lo sé, lo sé, pero mira lo que se observa...
Andrea se acercó sigilosa hacia ella, rozándose codo con codo. Ambas, miraron como el cigarro se iba consumiendo, y poco a poco, los ojos de Gina se fueron volviendo más amarillos. De repente, dentro de la ceniza rojiza se podía ver unos grandes seres provenientes del Este, con túnicas totalmente negras y sin rostros. A continuación, Gina sopló sobre él, y con la intensificación del fuego consumiendo al acompañante de hierbas diversas, se veía el rostro de una chica. Una chica que no habían visto antes, pero que a la vez a Andrea se le hacía demasiado familiar...
De repente, los ojos de Gina volvieron a ser de su color. Ésta, tenia la habilidad de ver en el fuego el futuro próximo, intercalando dos visiones por cada premonición: Una mala y una buena. Estaba claro cual era cual.
Ambas amigas se miraron sin pestañear, sabían lo que significaba la llegada de Los Oscuros, sabían el peligro que corrían, pero no entendían como, pese a los sellos de la trinidad de la luz, se pudiera acontecer dicho fenómeno. Hace varios años, Aletheia ejercía su poder en toda la tierra. Era hija de los astros y de la vida. La maldad, nunca había sido un mayor problema, hasta que un día, Aletheia, notó como sus senos se desprendían de ella, dando lugar al nacimiento de un par de gemelos. Con su nacimiento, los atributos de la luz se vieron separados en proporciones no equilibradas, dando lugar a Yark, príncipe de la oscuridad y Gink, príncipe de la luz. Lo que era equilibrio se había roto por completo, y ambos fueron separados y enfrentados, conmemorándose como ganador Yark durante varios años. Gink, se encontraba congelado en algún lugar de los restos donde antes gobernaba su madre, en el Templo de los Astros.
Teniendo en cuenta esto, algo estaba claro. Iba a ocurrir, ya que el futuro de Gina siempre acontecía. Una gran lluvia de preguntas inundó a Andrea, pero la principal era ¿Quién era la chica que se había reflejado?. No entendían nada, todo era muy confuso.
- Gin, ¿Qué se supone que debemos hacer?
- Pues ir al Este, por supuesto. Sabes perfectamente que es nuestro deber.
- ¿Cómo que nuestro deber?... Gina, somos unas crías, con poderes, pero crías. No somos lo suficientemente poderosas ni tenemos la experiencia suficiente para enfrentarnos a todos los enemigos que podamos encontrarnos.
- Andrea, relájate, ¿Quieres un cigarrillo?
- Aparta, solo quiero algo que me haga olvidar ahora mismo.
-Entremos pues, Tonny tiene que estar esperándonos con ansias. Dice que le apetecía mucho tomarse algo contigo.
- Que pesado.
Gina se giró hacia ella, se acerco lentamente y enfrentó miradas. La serpiente y el fuego llevaban una relación bastante intensa. Entonces, Gina le sonrió, y le dio un pequeño toque en la nariz a Andrea, que corrió a perseguirla, viéndose dentro del local con ambientación en tonos rosas oscuros, y muchísimo, muchísimo, humo.
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