martes, 31 de marzo de 2020

La ventana reflejada- Un relato reflexivo sobre el Alzheimer.

Las noches no pasan desapercibidas desde que la soledad se encarga de hacerme compañía. No encuentro dolor en el que agarrarme, porque ya mi corazón no siente como debería.
Mi mente ha dejado de funcionar para que mi cuerpo vague sin ningún tipo de esperanza. Me encuentro inmersa en una profunda oscuridad que con un beso, acaricia mis mejillas, mientras que una lagrima se derrama por mi tersa piel.


He perdido la noción del tiempo, más mi único espacio es estar en este confinamiento. Una cárcel que me recuerda los recuerdos que ya deberían haberse enterrado, y me hace olvidar aquellos en los que me encuadro.

Con leves dolores, alzo mi mirada desamparada buscando un rostro donde encuentre la identidad de mi alma. ‘’¿Dónde estás?’’, me pregunto. ‘’¿Acaso importa?’’, me tumbo.
Ruedo como si mi cuerpo me ardiera, como si el agua que cae por las pequeñas grietas del techo fuera gasolina contra mi pecho. ‘’¿me quemo?’’. Contra más noto el peso de cada gota, más hondo siento que me encuentro.

‘’¿Dónde estoy?’’ me pregunto. Y miro, y veo, y huelo, y observo. Observo como la tempestad de mi interior se vuelve corpóreo y presente, como una pesadez en el ambiente que no me permite respirar adecuadamente.
Me levanto, por intentar sobrevivir, y veo los retratos rotos en marcos ya desgastados por el tiempo. No conozco a quienes se retratan, no reconozco a quien con los ojos me habla. Lo suelto, como si mi mano fuese independiente del resto de mi ser. Lo tiro, lejos de mí.

‘’¿Y la puerta?’’ Tengo que salir de aquí, más no veo alternativa ni cualquier silueta que me pueda servir para salir. Estoy aquí sola, en cuatro paredes que absorben mi oxígeno, mi aliento, mi vida.
Mis manos ya no son coloridas, son grises, son frías. La luz ya no entra por mis ojos, mi olfato ya no capta, mis labios ya no hablan. Me encuentro aquí, sola, desolada.
Tras mi agónica sospecha, intento controlar el terror que me recorre por dentro, no es algo habitual que pueda manejar a mi antojo este sentimiento. Veo una salida, una ventana.

Me acerco, me acerco, ¡me acerco!, y veo a una señora. ‘’¡Ayúdeme!’’, le grito, o al menos eso pensaba. Y ella habla, pero no puedo escucharla. Mis oídos ya no funcionan, ya nada en mi va en marcha.
Ayuda, ayuda, está tan cerca. Veo como la mujer me mira extrañada, me mira como yo la miraría si fuera ella la que no estuviera ahí afuera.‘’Ayuda’’, pienso. Pensamiento que ella interpreta. 

Nos acercamos a la par, lentamente. Nos hemos visto. Una mujer mayor, muy mayor, ''¿qué hace por aquí sola?''. Tampoco tendría una respuesta verosímil esta pregunta, ya que ni yo sé donde me encuentro ahora, ni si pregunto en el ayer, ni sí están pasando las horas.‘’¿Cuánto tiempo llevo aquí?’’. No sé por cuantos segundos iré ya contando, y miles de pensamientos siguen apareciendo mientras nos vamos acercando.

Mujer con pelo blanco como el cristal cuando se rompe en mil pedazos. Ojos grises y penetrantes, con grandes ojeras que aguantan sus leves pómulos desgastados. Delgadez, delgadez.
A mis doce años jamás había visto a una anciana así. Y cerquita, cerquita, cerquita ya de ahí, me di cuenta, me di cuenta de que solo yo empañaba con vaho la ventana. La ventana que en todo momento no hacia otra cosa que servir de espacio que reflejaba.

La mujer gesticula a mi respuesta, con mi misma cara de extrañeza.
Quiero salir, y esta ventana es la forma de poder hacerlo. ‘’La rompo, la rompo, la rompo, la rompo’’. Contra más cerca estaba yo, más cerca estaba la anciana. Aunque quisiera no podía decirle que se apartara, ya que a mis labios se les habían olvidado como pronunciar palabra.
Se alejó cuando yo empecé a hacerlo, pero al correr a romper la ventana, todo se volvió negro.
La ventana se vio rota, y lo único que había detrás de si era una pared. Más los cristales de aquella ventana en el suelo, seguía reflejando a aquella mujer.
No hay salida, no hay salida. Estoy aquí sola otra vez. Mis lagrimas se derramaban secas por mi rostro, cerré muy fuerte los ojos. Muy fuerte de verdad los apreté. ‘’mamá, mamá, mamá’’.


Cuando me despierto, lo hago escuchando con una voz que casi no entiendo ‘’¿Abuela, estas bien? Abuela, soy yo, abuela, soy tu nieta’’.

‘’¿Y mi mamá?, ¿Eres tú?’’. Levanto la mirada, totalmente perdida, para mirar al espejo que tenía delante mía.
''La mujer de la ventana!¡Está aquí otra vez! No quiero volver a sentir frío, mami...''


Dedicado a todas aquellas personas que sufren la enfermedad del Alzheimer, a todxs lxs que luchamos para hacerles la vida un poco más fácil, por aquellas que les damos calor cuando se sienten más perdidos.

Por María Herrera

2 comentarios:

  1. 😭😭😭...me has emocionado mi niña...porque solo quienes han vivido esta situacion sabe la impotencia q se siente...AMOR...MUCHO AMOR...es lo que mas derrochamos en nuestro caso porque ell@s lo merecen.Precioso 😘😘😘😘♥️

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    1. Ay, no me sales quien eres pero seguramente seras alguien super supercercana a mi, me alegra que te haya llegado. Muchos besitos!!!

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