martes, 31 de marzo de 2020

El reloj.


Imagina que puedes habitar en un mundo donde todos tus sueños parecen que se hacen realidad. Un mundo donde el daño físico se da de forma aparente, donde puedes reencontrarte con aquello que anhelas o extrañas. Un mundo donde lo que piensas que ya no puede regresar es el germen que crea lo que puedes ver.

La soledad y la desesperación de mi vida inundaba lo más profundo de mi ser. Me encontraba frustrada en casi la mayoría de ámbitos de mi vida. Realmente, estaba perdida. Una tarde, cercana ya al anochecer, después de una jornada intensa de trabajo, volvía por el mismo camino de siempre a mi hastiado hogar. Eran las 19:04. Conducía dentro de ese pequeño vehículo al que algunos consideraban coche, donde no puedo contar la de horas que me he quedado dentro, mirando el teléfono, intentando alargar el momento de meterme en casa.
La situación no estaba bien, desde luego, todo mi mundo se había venido abajo en cuestión de un par de meses. Mis pilares duros como piedras se me hacían tan endebles que una ráfaga tenue de aire podía hacer que se desmoronase todo el templo que es mi vida.


Arranqué para marchar allá, tomé la carretera que realizo de Lunes a Jueves de forma diaria, conduciendo pasivamente sin ningún animo ni deseo de llegar a mi destino. De repente, algo se ve distinto, cuando tomo la esquina para llegar y poder aparcar, aprecio la visión de un gran puente que no recuerdo yo que haya estado allí jamás. Donde estaba mi casa, ahora no había más que la entrada, la cual solo se podía hacer a pie. Aparqué de forma delictiva cuanto menos, por la impresión que me daba todo aquello. Aun no me había fumado el cigarrillo de después de trabajar, aquel que, en lugar de quitarme, me daba vida y aliento. Ir con tantas prisas siempre me acababa cabreando. Detengo el motor, cojo el paquete, enciendo el cigarro. Primera calada.
Todo esto lo hago no quitando el ojo a aquel puente que todavía no tengo ni idea de qué hace ahí. ¿me habré equivocado de camino? Imposible, lo hago de forma mecánica. Siempre cojo por la misma calle, pongo la misma marcha, hago el mismo giro, acelero y siempre llego a la rotonda a 40. No, no, estoy en mi casa. Segunda calada.
De verdad, creo que se me está empezando a ir la cabeza. Me he cruzado con el bar donde siempre hay dos hombres bebiendo con la misma gorra. He parado en el semáforo que siempre me coge en rojo. He cantado la canción 15 de mi lista de reproducción, la que dura todo el camino hasta aquí. Tercera calada.
Este cigarrillo se está consumiendo antes de lo debido, siempre me llega a las mismas cinco caladas. Normalmente me entretengo con el teléfono mientras lo hago, por eso nunca puedo dar más. Ahora mi distracción me deja más atónita desde luego. Cuarta calada, me lo he acabado.

Decido bajarme del coche, de una vez, ¿Cuánto tiempo llevo? No más de 10 minutos. Tengo que hacer cosas en casa, los cuarenta y tres trabajos que tengo para final de mes, y una larga lista de fichas del trabajo. No tengo tiempo para esto.
Tan decidida como cabreada, cierro de un portazo, busco las llaves, cierro el coche. Tengo en mi mano las llaves de casa. Me coloco delante del puente, y sin más, porque no podría hacer otra cosa, voy pasando sobre él hacia mi casa.
La ansiedad, como mi cigarro, dura 4 segundos. En 4 segundos, veo mi casa, pero no aquello a lo que volvía cada día, sino la casa donde siempre he deseado vivir. Vale, estoy soñando, esto no puede ser verdad, y mucho menos lógico.

Huele al delicioso aroma de mi incienso favorito por todas partes. Y mi casa de dos plantas se ha convertido en una verdadera mansión. Miro estupefacta a lo que tengo frente a mi.
Las paredes, son cristales con enormes colores. Todo es muy luminoso, y se respira tanta paz que de verdad estoy empezando a sentirme incluso mareada. Meto la llave en la cerradura, esa que siempre está dando problemas, pero esta vez, la puerta se abre a la primera.
Espero oír los ladridos de mi perra, aquella bola de pelo que siempre me recibía gritando mi bienvenida. Pero no, ahí estaba, mirándome sentada y os juro que me estaba mirando de forma cariñosa y sonriente.
¿Qué hora es? Hay demasiada luz aquí para la hora que es en Invierno. Entro, y la estancia es demasiado increíble como para describir cada detalle. Lo arruinaría. Solo os voy a decir que tenia una habitación distinta para cada ámbito que me gustaba: una habitación para meditar, una biblioteca inmensa, una sala de arte, y un gran jardín. El jardín, sí que me dejó sin palabras. Era tener un verde prado dentro de casa, asombroso.


Mi escalera recta se ha vuelto de caracol, y no podría decir el numero de escalones que poseía. Las habitaciones…. No pude entrar en todas. Solo vi lo que mis ojos me dejaron apreciar. Llego a la cocina, cuya puerta trasera daba al inmenso patio. Cruzo el umbral y me quedo atónita.
El trastero, se había convertido en una humilde casita, y olía increíblemente bien a ese aroma que bañaba la casa de mi abuela cuando era pequeña. Ese olor a comida rica, a guisos deliciosos. Como los echo de menos.
Se empezó a escuchar una voz, que precisamente no era la mia, parecía que mi lengua había desaparecido dentro de mi boca. Esa voz y la forma en la que se movía en el aire…estaba claro. Era mi abuela. ¿mi abuela?

Os prometo que en ningún momento fumé nada que no fuera la nicotina del tabaco y el estrés del trabajo. Os prometo que estaba cuerda, estaba bien, no estaba tan cansada como para ver este tipo de cosas. No lo estaba. Joder que si no lo estaba. Cualquier índice de sueño se me fue, desapareció con lo que mis ojos vieron.
Mi abuela, mi abuela estaba de pie, recta como nunca la había visto. Y tenia el aspecto de cuando yo no era más que una mocosa de 5 años. Dios mi abuela, estaba tendiendo ropa, tarareando, mientras que hacia mi comida favorita. Me miró, y me preguntó qué tal me había ido.
‘’La comida está lista. Lávate las manos mi niña’’. No podía ser más feliz,¿de verdad que estaba viviendo aquello?.Estaba ahí, me lavé las manos, lo hice. Sentí el agua tibia en mis dedos. Que feliz me sentía.


Me senté a la mesa redonda, con esa estufa tan calentita que siempre ha estado en su casa. Pregunté por mi abuelo. ‘’Ha ido a andar, ahora vendrá para que vayáis juntos al parque’’. No me lo podía creer, ¿al parque?¿Con mi abuelo?. No podía ser más feliz.
Y entonces, pasó. Pasó, lo que no podía faltar. Mi plato favorito frente mía, y yo con una sonrisa que me recorría la mitad de la cara. Que rico está. Sabe a infancia, sabe a plenitud, a ignorancia, a cada tarde que me quedaba en esa casa esperando a mi padre llegar. Estaba riquisimo, joder. Me termino el plato en menos de lo que podría contarse.

Y ahora con mi abuelo, que experiencia. Pero, mientras que estoy mirando a mi abuela llena de vida y de felicidad, me doy cuenta de un pequeño detalle. Mi abuela jamás ha tenido el pelo largo. Mi abuela jamás ha tarareado. Mi abuela jamás ha estado en esa situación.
Me quedé muda. Me quedé más muda que nunca. Sentí como solo podía ver esa coleta larga por toda la espalda. Negra. ¿Quién es esta mujer?. Estoy asustada.
Tú no eres mi abuela. Tú no eres mi abuela. Tú no eres mi abuela. Y a la cuarta, simplemente, tuve que parar. Se estaba girando lentamente. Tú no eres mi abuela. Me voy de aquí.

Salgo de la casa, corro, y corro, y me caigo, y me golpeo, y me levanto. Y me encuentro a la ultima persona que deseaba ver. ¿Abuelo?. Era mi abuelo, físicamente era mi abuelo no había duda.
Le grité,la verdad. Joder hay una mujer que no es mi abuela en casa. Mi abuelo solo hacía mirarme. Ni una palabra salió de su boca. Mi abuelo siempre ha sido muy pícaro, ¿qué le pasa?.

Le pregunto si está bien, y la única respuesta que tengo es un abrazo. ‘’Te echaba de menos. Sé que estas asustada pero tranquila, ya estás bien. Quédate conmigo’’. Que bien olía ese abrazo. Mi abuelo siempre había tenido una higiene de envidiar. Me encantaba tirarme horas con él en la cama para dormir la siesta. Me sentía tan tranquila y viva en sus brazos.

Pero mi abuelo, mi abuelo nunca dice este tipo de cosas. Mi abuelo no se expresa. Mi abuelo quiere sin decir, y no dice de querer. Tú no eres mi abuelo, lo tengo claro. Pero se está muy bien aquí. Solo 1 minuto más. Huele a ese jabón que tanto me gusta comprar en casa para acordarme de él.
Le pregunté sobre si podíamos ir al parque juntos. ‘’No me gusta andar a estas horas’’. Esta claro, no es él. Tú no eres mi abuelo. Tú no eres mi abuelo. Dime un recuerdo que tengas de mi infancia,qué hacíamos a estas horas todos los días.
Lo eché a un lado, y me fui corriendo. Esto era de locos. ¿seguía dentro de mi casa? ¿Cuánto tiempo había pasado?. Busqué mi móvil pero como en todas las situaciones como esta, no tenía batería. No me lo puedo creer.

¡Mi reloj!, lo miro y veo que son casi las 10 de la noche. Pero aquí es de día. Qué narices está pasando. No dejo de correr. ¿sigo dentro de la casa?. Corro, corro, y corro hasta darme de cruces con una puerta (que no debería estar ahí). Es una puerta sin pomo, donde hay un papel colgado a forma de noticiero. Hay algo escrito, con muy mala letra, por cierto.

‘’ Sal de aquí antes de que no quede nada de ti’’.
Esto ya debe ser una cámara oculta. Me gusta el cine de terror y psicológico pero no para tanto. Vamos a ver, quien  hay aquí que me pueda dar una explicación normal de lo que está pasando. ¿y mis padres? Mi madre aun debe estar trabajando, pero mi padre debería estar en casa, debo ir a buscarlo.
Doy media vuelta, y en mi carrera, me sitúo frente a un grupo de chicos que se me hacen muy conocidos. Eran mis alumnos, os lo juro, eran ellos, pero, a la vez no. Solo querían que no me fuera, me gritaban, me agarraban, incluso me empujaban para que no pudiera ir más rápido. En una de estas, uno se dio un golpe no tan fuerte como los que yo estaba recibiendo, pero que si determinante.

Esto ya me dejó patidifusa. Me veo a todos los niños haciendo corro frente a él, escondiéndolo para que yo no lo pudiese ver. Estaba en el suelo, de cuclillas. Era Adrián. Solo puedo ver que se está colocando bien algo. Vamos a ver, que tiene 15 años que se va a estar poniendo en la cara si solo se ha rozado.
Cuando me quise dar cuenta, debajo de su cara había piel podrida. Piel realmente maloriente y podrida. Aquí ya fue cuando en mi trance de infarto decidí echar a correr. Y solo podía escuchar de fondo ‘’no se puede dar cuenta’’, ‘’ se irá’’.

Corro, y corro, y corro, pero parece como si la casa estuviera a la otra punta del país. Miro el reloj, las 11:45 de la noche. ¿pero qué está pasando aquí con el tiempo?. Estoy cansada. Si pudiera y no fuera por el miedo que tengo me fumaba un cigarro. ¡Pero qué digo!. Os juro que este sitio te manipula la mente para que te quieras quedar.
Es que huele muy bien, es que hace un tiempo tremendo, si te centras sientes el mar, la naturaleza, los animalillos. Acabo de ver una ardilla. ¿qué hace aquí una ardilla?. La sigo, la sigo hasta su madriguera. Y veo a unos preciosos bebés, era su madre. Todos estaban con un rostro angelical, todo era, os lo juro, perfecto.
Nadie dañaba a nadie, era un sitio para querer quedarte, y aun no había visto nada negativo. ¿o si lo había visto? ¿Qué hora es? 11:55. No veo la casa, pero mira que bonitos son los bebés.
Pero tengo que irme, aunque puedo esperar un minuto más, no creo que pase nada. Me quiero quedar aquí. Me quiero quedar, hasta que me doy cuenta, de que las crías no se mueven. A que la ardilla, me está mirando. ‘’Quédate’’, me decía con los ojos. Y otra vez ese olor, joder, ese olor tan horroroso a podrido. De verdad, casi vomito, si no fuese porque las crías se habían convertido en cuerpos sin vida. Me voy de aquí.

Me voy de aquí, acelero el paso, son las 11:58, la casa, ¿dónde está?. No la encuentro, no la encuentro pero no pasa nada porque aun no es de noche. Mira que sol más radiante, que brisa más fresca, que bien huele…
¿Me voy?... sonriente y con los ojos cerrados no tengo más deseo que el de quedarme ahí. Y antes de tomar la decisión veo al fondo del camino el puente. ¿llevo todo el tiempo dentro de la casa?¿cuando salí de ella?.  Camino, camino o descamino, ya no lo sé. Pero estoy ahí. 11:59.
Estoy empezando a cruzar el puente, abajo hay un lago espectacular.¿estaba antes ahí?. Hay peces de colores, muchísimo, super bonitos. Los más bonitos que os podáis imaginar. Veo el agua cristalina, la vegetación, es tan maravilloso este puente…

11:59:30
No me quiero ir, no me quiero ir hasta que me doy cuenta de que en todo este tiempo que me he llevado corriendo, no me noto cansada, y no me noto cansada porque ya mi cuerpo no es mi cuerpo.
Me desplomo, en un sueño casi inminente. 11:59:45.
No quiero irme, quiero estar con mis abuelos. Quiero vivir aquí. Esto es el paraíso.
11:59:50
Es raro, ahora se ha vuelto de noche de repente. Es raro, me empieza a doler todo. Siento el peso de 100 elefantes por encima de mi espalda. Que frio hace. Que mal huele.
11:59:55
Tengo que irme.
11:59:59
No puedo…
12:00.
Ya no noto nada, pero todo está oscuro. Miro a mi alrededor, ya no hay luz. Ya no hay puente. Solo estoy yo. ¿me ha hecho falta llegar hasta lo póstumo para darme cuenta que ya había muerto?
Ahí estuve, con monstruos que solo querían devorarme para hacerse reales. Con mentiras, con dependencia de esos recuerdos que han acabado por destruirme. Mi cuerpo ya no es mio, mis recuerdos ya no los veo con claridad. ¿qué hora es?


Son las 19:05, enciendo la luz del coche. Qué ha pasado. Tengo que dejar el trabajo, tengo que dejar de agobiarme. Tengo que aceptar el fluir. Tengo que hacerlo. Acabaré consumida si no lo hago. Necesito ver que mi mente me pertenece, que la conformidad de un abrazo gélido no me calma. Que lo que se fue nunca va a volver. Que los recuerdos pueden reconfortarnos, o arrebatarnos el alma.
Me gustaría empezar a vivir antes de que la sentencia de mi hora se cumpla, y no que la altitud de mis miedos me sumerja más aún.
Meto las llaves del coche, aun no he sacado el primer cigarro después de trabajar. Creo que no voy a fumarme ninguno más por hoy. Me monto en el coche. Creo que voy a darme tiempo para mi. Me marcho de aquí.

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