miércoles, 15 de abril de 2020

La Dama


Debemos abstraernos de nuestra cultura y de nuestra idea preconcebida de lo que significa morir, de la visión negativa que la muerte lleva consigo…
Hace mucho tiempo, en un mundo donde la grandiosidad de la creación se hacia patente en todo momento, encontramos en una villa perdida, una hermosa y deslumbrante dama.
Ojos verdes esperanza, pelo largo y rubio con reflejos pelirrojos. La ondulación de su melena recordaba al leve balancear de las olas en calma del mar. Alta y esbelta, labios del tono de las cerezas mejores vistas a lo largo de toda una vida. Piel sonrosada, con piernas realmente interminables… ropajes claros, vestido largo y sandalias tono tierra. Nos encontramos ante el más bello ser que cualquier mortal haya podido ver. A lo largo de nuestra historia ha recibido innumerables nombres, con una lista aun más interminable de dones que posee.
Su porte mostraba lo agradable de su alma y la magnitud de su honestidad. En ella, todo estaba completo. Era ella, sabia, rica de emociones, de ambiciones, dotada de artes, de ciencia, de inteligencia… Podría ser la representación más clara de la luz de una estrella. Pero ante un ser de tanta gratitud, sin maldad en su interior, su sombra, decidió actuar.

’Oh dulce doncella de plenitud y felicidad campante, debes aceptar tu Yo, me debes aceptar a mi’’.

Nuestra protagonista y dama de la creación, fuente de pura vida, que con el roce de sus dedos podía hacer florecer hasta en la tierra más marchita, amaba con devoción a cada una de sus creaciones.
Amaba al mar que la bañaba, a la tierra que le recorría, al fuego que la abrazaba, y al viento que acariciaba sus mejillas. Era creadora y origen del ser. Su mayor dolor sería no poder sentir.
Que sus brazos ya no dieran calor, que sus atributos se tornasen a su opuesto, que de rasgos angelicales pasase a una piel esquelética y pálida. Su cabello se caería como trozos de piedra, su voz se agravaría, sus labios se romperían sin poder pronunciar ninguna voz…
Su sombra actuó, y de un pestañeo le recordó las dos caras que suponía crear vida. La dulce dama madre de creación, se volvió la dama de negro, de la tremenda oscuridad que ni los seres de la noche podían aguantar.

’Oh, ¡¿por qué me haces esto?!’’, gritaba desconsolada con su último hilo de voz.

‘’Porque para ser completa, debes aceptar cada parte que te compone. Porque el regalar vida solo se completa con arrebatar el aliento que recorre el cuerpo de tus criaturas. Porque soy parte de ti, como alma, como entidad divina. Porque tu sombra y tú, ser, somos la misma realidad, vista según donde dé la luz de la perspectiva’’.

Ahora, serás madre, pero no creadora, tu nombre no será dulce y melódico, sino un desgarrador grito final en el término de la vida de aquellos que salieron de cada parte de tu cuerpo.  No serás esperanza, sino dama del arrebato, sin la abundancia que tu presencia siempre ha aportado.
Cada vez que tus gélidas manos intenten tocar la tez de tus hijos, estos se harán polvo, volviéndose parte de ti. Serás la plenitud en el final del camino. Arroparas a almas que ya en este mundo no deben estar. Serás reconocida como madre egoísta de fríos abrazos y gélidos besos.

Serás la luna blanca en la oscuridad, y quien se vea alumbrado por tu luz, será parte de tu cielo nocturno. Serás señuelo, serás maldición.
Te reconocerán por tu precipitosa e impaciente llegada. Nadie te esperará en casa, nadie te acogerá en su gracia.

Yo te maldigo creadora, a que la luz cambie de lugar, a que seas vista con totalidad. Ahora te renombro, te bautizo en el río cristalino que tanto te bañaba. Serás el caos de los elementos, el recuerdo de la finitud y del desconsuelo. Serás muerte, oscura dama, que acompaña en la noche a su creación hacia su fin.

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